Después de Viareggio, dejamos la costa y nos adentramos en el corazón de la Toscana. La verdad es que tiene tantos pueblos y parajes bonitos que se hace muy difícil hacer una selección de favoritos! Indudablemente, la herencia etrusca les ha dado un encanto y un carácter que los hace especiales.

Pasamos por Lucca (donde destaca su impresionante muralla), Volterra (con preciosas vistas del paisaje toscano), San Gimignano (con sus torres medievales), Siena (con una de las plazas más bonitas de Italia) y, como no, Florencia.

Qué voy a decir yo de Florencia que no sepáis, que está llena de arte en cada rincón, no es de extrañar que Stendhal se sintiera embriagado por tanta belleza. Aunque en mi caso, es suficiente con contemplar por unos segundos la estatua del David de Miqueangelo para que se me acelere el ritmo cardíaco y empiece a sentir vértigo… Y no es porqué sea un hombre (muy guapo) desnudo, no penséis mal, me cayeron las lágrimas el día que tuve delante a la Pietà en el Vaticano… Es mérito total del maestro Miquelangelo, su delicadeza, sensibilidad y la perfección absoluta que salió de sus manos hacen emocionar a cualquier persona que aprecie un poco el arte.

Tras dejar la Toscana, nos dirigimos a Bologna sin esperar lo que nos encontramos por el camino… ¡Pero de eso os hablaremos n el siguiente post!